Domingo 19 de septiembre, un domingo que transcurría de forma normal, aunque con las miradas y los oídos puestos en las redes sociales y medios de comunicación, pendientes de lo que ocurriría con el semáforo de riesgo volcánico. Tras varios días de temblores, la pregunta que no paraba de formularse era “¿Lo sentiste?”. Una pregunta que se repitió sobre todo a las 11:16 cuando un terremoto de 3.8 de magnitud sacudía la Isla.
El semáforo se mantuvo en amarillo, así lo consideró el comité científico del PEVOLCA; aunque empezaban las primeras evacuaciones de personas dependientes, por pura prevención.
Y así, todo continuó como un domingo casi normal, el semáforo en amarillo nos permitió seguir adelante, aunque con la precaución que ese color impone. Muchos nos sentábamos a la mesa, incluso algunos en pequeñas reuniones familiares, otros ya íbamos por el café. Se acercaban las 15:15 y de repente La Palma gritó al unísono… ¡LA ERUPCIÓN! ¡YA EXPLOTÓ!
Nos poníamos en marcha desde Onda Cero La Palma, al igual que desde otros tantos medios locales, regionales, nacionales e internacionales. Era increíble. Era una oportunidad única. Era historia.
Pero con la misma fuerza con la que erupcionó Cumbre Vieja, nos golpeó la realidad. Nosotros salíamos corriendo para cubrir uno de los mayores fenómenos de la naturaleza. Pero, de forma paralela, 5.000 personas (ahora 6.000) huían de sus casas, casi con lo puesto, sin poder dar marcha atrás y sin saber si volverían a cruzar esa puerta.
Hoy se cumple una semana. Una semana en la que se ha parado el tiempo en La Palma, en la que los segundos, los minutos y las horas los marca el avance de un magma que ya ha arrasado con cientos de sueños. Una semana en la que se ha parado la vida de miles de personas, que hoy no tienen dirección, en todos los sentidos en los que se pueda usar esa palabra. Una semana en la que deseamos que pare el rugido de una montaña que nos recuerda lo pequeños que somos cuando la naturaleza decide manifestarse de una de las formas más increíbles para la vista, pero más devastadoras para el corazón.
Una semana en la que se ha terminado la función, se han cerrado los accesos a primera fila, se han apagado los flashes del público y nos hemos sentado a esperar. Porque es él el que decide hasta donde querrá llegar.
Una semana que ha estado saturada de información de todo tipo, incluso se ha hablado de un gran tsunami. Pero el único tsunami que hemos podido ver es el de la solidaridad y la unión. Pabellones y recintos repletos de voluntarios, bolsas cargadas de esperanza y envíos desde cualquier parte del mundo. Hasta colores políticos que se funden en uno solo, porque el volcán no deja tiempo para discusiones, debates ni reproches.
Los bramidos seguirán y la lava sepultará cuanto le plazca, pero no la humanidad y la fuerza de La Palma.